viernes, 18 de noviembre de 2011

Orientaciones para actuar con niños violentos

ORIENTACIONES PARA ACTUAR CON NIÑOS VIOLENTOS

Se ofrecen a continuación unas recomendaciones generales sobre el manejo de la conducta
violenta que presentan algunos niños. Estas guías pueden ser útiles para padres, maestros y
otros adultos que tengan que relacionarse con niños con esta característica.

ESTABLECER LAS REGLAS
Es fundamental establecer las reglas de conducta de una forma clara, específica y concreta. Si
no se establecen los límites de la conducta y no se define lo que se puede y lo que no se
puede hacer, mal se ha de esperar que el niño se someta a un modelo determinado de
comportamiento.
Hay padres que olvidan que sus hijos, a igual que ellos y que todo ser humano, nacieron sin
noción alguna de cómo han de comportarse. Por lo tanto, desconocen la diferencia entre lo
permisible y lo inadmisible, entre lo obligatorio y lo optativo, entre lo elogiable y lo punible. Una
parte esencial de la misión de padres y madres es enseñar a los hijos las normas que rigen el
comportamiento. El conocimiento de las "reglas del juego" les puede permitir a estos
desenvolverse adecuadamente en los ambientes y situaciones por los que tengan que pasar a
lo largo de sus vidas.
Los niños con tendencia a reaccionar violentamente ante las contrariedades necesitan aún más
que otros conocer lo que se espera de ellos y cómo han de comportarse. El primer paso que
hay que dar para tratar de modificar su conducta es establecer tan claramente como sea
posible las reglas de conducta que deben seguir. Y se les deben repetir todas las veces que
sea necesario, especialmente cuando se les reprende por haber transgredido alguna de ellas.

RESPETO Y CALMA
Cuando nos dirijamos a un niño con problema de conducta violenta, es necesario hablarle con
respeto. Respeto por su condición de persona y su dignidad humana.¿Cómo se le puede exigir
respeto a quien no se está tratando con respeto? Se le ha de señalar la falta cometida, pero sin
ofenderlo o humillarlo. Hablarle de esta forma no sólo allana el camino para que tome
conciencia de la falta que ha cometido, sino que le provee un modelo de conducta aceptable.
O sea, al rehuir nuestra propia violencia, le estamos presentando la forma de comportamiento
que le resulta extraña y que tanta dificultad le cuesta adoptar.
Hablar con respeto implica hablar con calma. Una de las mayores dificultades que tienen una
buena cantidad de adultos para manejar situaciones conflictivas con niños opositores y
violentos es controlar su propio coraje. Por fácil o difícil de lograr que sea esto, es una realidad
que la comunicación requiere de calma y autocontrol. Y la calma excluye el coraje. Por otra
parte, el adulto que se dirige con coraje a un niño que se ha comportado con agresividad, le
está prohibiendo que actúe como él se está permitiendo la licencia de actuar. Incongruente e
ilógico, ¿verdad?

EVITAR CONFRONTACIONES
Es altamente recomendable hacer todo lo posible por evitar tener confrontaciones con niños
violentos. La confrontación equivale en estos casos a una pelea segura, que es el terreno que
se debe evitar a toda costa. En la pelea se desata el coraje sin límite y se facilitan la ofensa y
el insulto. En la pelea tiene grandes probabilidades de darse todo lo que nunca debería
producirse. Además, quien pelea con estos niños se está poniendo a su misma altura y está
incurriendo en el mismo error que quisiera erradicar del niño.

RESALTAR LOS LOGROS Y EXITOS
En términos generales y válidos para todas las personas con que nos relacionemos, es
preferible hacer mención de sus logros, habilidades y cualidades positivas, antes que exponer
sus debilidades y deficiencias. Cuando hacemos esto último, solemos caer muy fácilmente en
la acusación y acusar no conduce nunca a desenlaces positivos ni ayuda a solucionar los
problemas que tenemos entre manos.
Si bien lo anterior se aplica a todas las relaciones, es un factor importante a tener en cuenta en
el caso de los niños con propensión a la violencia. Estos niños sufren trastornos emocionales y
cognitivos que les dificultan manejar adecuadamente la frustración. Enfrentarlos a acusaciones
no les ayuda a superar estos trastornos y suele tener el efecto de enconar su resentimiento y
provocar sus explosiones emocionales. Si se les mencionan sus fortalezas y cualidades
positivas, se les está ayudando a revalorizarse como seres humanos.
La utilidad de estas guías generales, que pueden ampliarse mucho más, no se limita al mundo
infantil. Pueden aplicarse fructuosamente también en nuestras relaciones con los adultos con
tendencia a las reacciones violentas, que, por cierto, no escasean.

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