viernes, 18 de noviembre de 2011

Los celos infantiles

 

ORIENTACIONES SOBRE LOS CELOS INFANTILES

 


Consideraciones:

Los celos son sentimientos de envidia y resentimiento hacia otra persona que se supone obligada a prestarnos atención y no lo hace. Constituyen una reacción emotiva próxima a la ansiedad.

En la familia, la rivalidad entre los/las hermanos/as por conseguir el afecto y la atención de los padres suele ser el principal y primer motivo de celos.

Las fuentes de este sentimiento pueden ser reales (particularmente cuando los padres establecen comparaciones diferenciadoras entre sus hijos/as, que comportan un agravio comparativo para uno/a de ellos/as) o imaginarias (cuando el/la niño/a atribuye o malinterpreta la valía y/o intención de sus padres, hermanos/as o compañeros/as).

Los celos son un estadio relativamente normal que hay que superar y no tienen importancia si son circunstanciales y pasajeros, pero hemos de prestarles atención cuando alteren la convivencia y el desarrollo normal del/la niño/a o sean persistentes y no remitan pasados los cinco años de edad. Si  se perpetúan pueden conducir a un  desarrollo anómalo de la personalidad, apareciendo síntomas muy diversos, como agresividad incontrolada, manifiesta inseguridad, regresión y desajuste en las relaciones interpersonales (desconfianza, terquedad y envidia).

Líneas de intervención

Prevención: Es el medio más sencillo, natural y eficaz de evitar la reacción celosa. (Se adjuntan orientaciones).

Fortalecer la autoconfianza del/la niño/a, así como el sentimiento de seguridad personal evitando hábitos de comparar afectos, pertenencias, capacidades.,  (declarados o solapados).

Educación de la afectividad basada en la cooperación, la confianza en los/as demás, el altruismo y en una visión positiva de las relaciones humanas y ofreciendo modelos familiares consecuentes.

Modificación de conducta: reforzando conductas positivas e incompatibles con la reacción de celos e ignorando las inadecuadas.

Reatribución cognitiva: Ayudar a discriminar y  comprender las verdaderas causas de los problemas y de los éxitos, de los afectos y las reprimendas. Esto se consigue con técnicas específicas pero también a través del diálogo razonado y de la coherencia de nuestras actuaciones.

Los celos y la educación en el hogar. Orientaciones.

¿Cómo debemos tratar a nuestro/a hijo/a para que los celos desaparezcan? ¿Debemos prestarle una mayor atención que a los/as demás hijos/as? ¿Qué podemos hacer para que mejore su comportamiento? ¿Debemos tratarlo/a con más afecto que a sus hermanos/as?

Es lógico que los padres se planteen estos interrogan­tes. En cierto modo, lo hacen porque consideran que tal vez su modo de comportarse respecto de su hijo/a puede ser la causa que haya determinado la aparición del comporta­miento infantil celoso. Aunque,  en algunos ca­sos esto es así, los padres no deben sentirse necesariamente culpables del comportamiento celoso  de sus  hijos/as. Deben preocuparse más de prevenir o encauzar estos comportamientos

Ante un/a niño/a celoso/a, los padres no pueden adoptar una actitud demasiado permisiva ni excesivamente represora. No corregir la conducta celosa como se debe -- sin exigen­cias descarnadas, pero también sin blandas e injustas toleran­cias -- supone el que los padres están enseñando a sus hijos/as a odiar a sus rivales. Los padres que permiten esas conductas enseñan al/la hijo/a que ciertos sentimientos de envidia y de odio pueden estar justificados; que compararse con los demás es lo normal; que descalificar al compañero/a porque tiene más o mejores habilidades que nosotros/as es algo corriente. Pero una atención desmedida de los padres al comportamiento celoso de sus hijos/as o sus machaconas refe­rencias al problema pueden contribuir a pro­longar  lo que tal vez no era sino apenas una con­ducta sin importancia.

 Si entre el/la niño/a celoso/a y el hermano/a de quien tiene celos hay más diferencia de edad, los celos pueden resolverse con gran rapidez a través de actitudes miméticas que le permitan al hermano/a mayor celoso/a imitar a la madre en las tareas y pres­taciones que ésta realiza con el recién nacido. En estas circuns­tancias, a través de un mecanismo de imitación y de identificación con la madre, el/la niño/a celoso/a madura muy rápidamente y su deseo de ser mayor le hace apartarse hasta declinar compe­tir con su hermano/a recién nacido/a por el afecto y la atención de su madre. En este caso las consecuencias de los celos pueden llegar a ser positivas, por cuanto que pueden constituir un po­deroso recurso al servicio de la pronta maduración del/la niño/a celoso/a.

Las madres desempeñan en la educación afectiva una im­portante e irreemplazable función, ya que la conducta de apego  entre sus hijos/as y ellas no son simétricas ni se sitúan al mismo nivel. En efecto, para cada niño/a su madre es única e irremplazable, mientras que para muchas madres el amor de su pequeño/a es también irremplazable y único pero de otra manera, ya que deben atender a las demandas de afectos que les hacen los/as otros/as hijos/as.

Los padres deben tratar de implantar en los/as hijos/as actitudes más cooperativas y menos compe­titivas.  La formación de actitudes cooperativas en los/as hijos/as pasa por educarles en la solidaridad y el altruismo. Si desde pequeños/as apren­den a ser generosos/as, a compartir aquello que tienen--y que, lógicamente, es suyo--, pero que quizás otro/a de sus hermanos/as puede necesitarlo también, de seguro que su competitividad será menos egoísta y más madura, a la vez que mejoraran también sus actitudes hacia la cooperación.

Esto hacemos cuando les enseñamos a prestar sus cosas, a colaborar --aunque sólo sea con su mera presencia en cualquier pequeño arreglo que hay que realizar en la casa-- a responsabilizarse y cumplir con el encargo que se le ha hecho y del que probablemente depende el bienestar de los que le rodean. Otras actividades que no deben faltar consisten en solicitar y conseguir algún pequeño favor para el/la hermano/a más pequeño/a; ayudarle en las pequeñas dificultades que pueda tener; enseñarle a solucio­nar los problemas que se le presentan de manera que sea él/ella mismo/a, a través de la ayuda que recibe, el/la que los resuelve, etc.

También debe aprender a escuchar, conocer los proyectos y juegos de los/as otros/as y colaborar con ellos/as, tolerar otras peculiaridades y aficiones aunque sean muy innovadoras o discrepantes de las que para él/ella son usua­les, es decir, desarrollar el gusto por todo lo que sea instruc­tivo y ayude a la convivencia y al respecto por un sano plura­lismo.

Todas las anteriores son actitudes cooperativas en las que es necesario educar a los hijos/as, no importa la edad que tengan con tal de que el contenido de las actividades que aprenden se ajuste a su edad.

Los padres deben reflexionar sobre el estilo de conducta que desean que aprendan sus hijos/as pues, como ha sido demostrado, aquellos/as aprenden por imitación --a través del llamado aprendizaje vicario--, la mayoría de su repertorio de conductas. Si la madre tolera las peleas y riñas entre hermanos/as, estas irán a más. Si los padres se gritan entre ellos, sus hijos/as aprenderán a resolver sus conflictos gritando. Si el padre se manifiesta celoso y desconfiado respecto de la madre, es lógico que alguno de sus hijos/as siga más tarde su ejemplo. Si nos mostramos injustos/as –comprensivos/as con unos/as e intolerantes con otros/as--, es muy probable que entre nuestros/as hijos/as se establezca una dosis mayor de rivalidad, igualmente in­justa. Si reaccionamos con ansiedad o perdemos la com­postura ante un hecho sin importancia, nada de particular tiene que esa misma conducta se manifieste más tarde en nuestros hijos/as.

Los padres no debieran manifestar, ni siquiera de broma, las preferencias por este/a o aquel/aquella hijo/a. En ningún hogar debiera existir jamás un hijo o una hija preferida. Todos los hijos/as son, en cierto modo, igualmente preferidos/as, porque cada uno de ellos/as es irrepetible, insustituible y único/a.

Ciertas campañas publicitarias relativas a los bienes de consumo pueden contribuir a deformar la educación afectiva que recibe el/la niño/a pequeño/a. Cualquier spot publicitario que el/la niño/a observa en la televisión le incita a desearlo y, lo que es peor, a sentirse frustrado/a--incluso siguiendo e imitando el mismo guión representado por el anuncio. De esta forma, aquel deseo consumista se ha trasformado primero en envi­dia y, poco a poco, en necesidad de destruir a todos aquellos/as que mereciendo disfrutar de aquel bien de consumo menos que el/ella--según su percepción--, no obstante, lo tienen. Los pa­dres pueden evitar estas influencias nocivas de la publicidad televisiva, bien educando a sus hijos/as en una sana sobriedad, de manera que sepan observar la televisión y los anuncios críticamente, y/o bien animándoles a compartir lo que tienen y a tolerar mejor las frustraciones por lo que todavía no tienen. Hacer frente a la cultura de "tener" puede ser muy ventajoso, no solo para combatir los celos infantiles, sino para formar y educar al hombre que por ahora acaso sólo sea un aprendiz de niño/a celoso/a.

Jugando a recordar anécdotas familiares

Los/as niños/as celosos/as suelen pensar que no son apreciados/as por sus padres. Para cambiar estas convicciones los padres deben gastar mucho tiempo, haciendo excursiones con ellos/as, estando a su lado tratando de escucharles o partici­par con ellos/as en los hobbies que tengan. En otras ocasiones bastará con que los padres recuerden a sus hijos/as celosos/as lo bien que se sentían de pequeños/as cuando ellos/as le sonreían, jugaban o les ayudaban a resolver sus pequeños conflictos y difi­cultades.

Basta con recordar juntos aquella ocasión en que el pa­dre le fue a buscar al colegio aquel día que, por haber llovido tanto, temía por su salud; o en aquella otra ocasión, cuando se perdió en la feria del pueblo y tuvo que movilizar a sus amigos para ir en su búsqueda hasta que lo/a encontró; o cómo muchas noches de invierno iba a su habitación y le arropaba si estando dormido/a se había destapado, con el fin de que no se enfriara; o cómo su padre le protegió entre sus brazos cuando corría angustiado/a buscando su protección por haberse asustado de los ladridos de un enorme perro.

Cuando juntos se recuerdan aquellas viejas anécdotas es muy difícil que el/la niño/a celoso continúe pensando que a él/ella se le quiere menos  que a su hermano/a pequeño/a y, a partir de aquí, se puede comenzar a cambiar y madurar. Si desaparecen sus temores, el/la niño/a celoso/a cambiará; en caso contrario, continuará revisando su diario de afrentas y agravios y la protesta continuará.

  La educación en la afectividad

El ámbito de la educación que más específicamente incide en el comportamiento celoso es de la educación afectiva de los hijos/as, muchas veces descuidado. Nadie negará que la mayoría de los padres quieran mu­cho a sus hijos/as. Y de ahí que piensen que queriéndoles tanto ya basta, que a través de las continuas manifestacio­nes de afecto que prodigan a sus hijos/as, éstos acabarán por aprender a conducirse afectivamente de forma madura. Pero para educar en la afectividad no basta con manifestar el afecto de la misma forma que para la educación de los hijos/as en la música, en el deporte, etc., no basta con que los padres manifiesten sus habilidades musicales, deportivas, etc.

Si el afecto se entiende como un bien escaso y limitado, por el que es preciso competir para alcanzar la parte deseada, es hasta cierto punto lógico que ante la observación de la ganancia de ese bien por el hermano/a se concluya acerca de la pérdida para si mismo/a. En un sistema afectivo ce­rrado, hermético y clausurado como éste, es lógico que la envi­dia esté siempre presente entre los/as niños/as que esperan benefi­ciarse afectivamente. En éste caso no nos extraña que en el/la niño/a se desarrolle una especial capacidad hacia la “contabilidad afectiva”, vigilando escrupulosamente las dosis  que reciben cada uno de sus hermanos/as de ese bien escaso que son los afectos.

Otra noción afectiva en que los hijos/as deben ser educados es que los afectos no pueden tenerse en forma exclusiva.  Ningún/a hijo/a es el amor exclusivo de sus padres y, por consi­guiente, ninguno de ellos debe temer la perdida de la exclusi­vidad en los afectos de sus padres. Todo hijo/a debiera aprender, como parte de la virtud de la generosidad, que cuanto más se comparten los afectos entre los hermanos/as más unido/a se está a ellos/as y con los padres y, por tanto, mayor y más calidad tiene ese afecto.

El afecto familiar como el apego infantil no es una propie­dad ni una posesión que se consiga de una vez por todas y para siempre, como si se tratase de una herencia. Tampoco es algo que se pueda ni deba cuantificar. No son convenientes las usuales preguntas al/la niño/a, por los adultos acerca de ‘‘¿cuánto  quieres a tu papa?’’, ‘‘¿a quién quieres más ?’’...

Princi­pios que pueden ser útiles para la educación de la afectivi­dad del/la niño/a celoso/a:

 1. Es conveniente que el/la niño/a se alegre del bien ajeno, es decir, cuando observa algo bueno realizado en otra per­sona. Esto difícilmente ocurrirá si el/la niño/a no aprende a observar y a distinguir lo bueno en una cierta educación en los valores.

Está muy extendida la costumbre de percibir únicamente lo malo de las personas, los defectos, sin que apenas haya ojos entrenados en observar las cualidades positivas que también esas personas tienen. Esta tendencia en el modo de percibir a los/as demás debe corregirse pues, de lo contrario, es muy fácil el asentamiento sobre ella de la envidia

2. Aunque cierto tipo de comparaciones son connaturales entre los/as niños/as, puesto que es un procedimiento que les ayuda a conocer y a conocerse, las comparaciones que intervienen en el comportamiento celoso son de otro tipo y no tan naturales.  Se orientan a autovalorarse como superior o inferior respecto a los/as otros/as. Es muy conveniente enseñarle a que evite establecer ese tipo de comparaciones.

3.- La educación afectiva del/la niño/a celoso/a debe ser abierta, de manera que se le pueda mostrar una pluralidad  de valores. Si se procede así, el/la niño/a celoso/a comprenderá que las comparaciones con otros/as hermanos/as y compañeros/as no tienen sentido, puesto que si él/ella se siente superior en esto o aquello en relación con su hermano/a, éste en cambio es muy superior a él/ella en otras cualidades diferentes.  De otro lado, la pluralidad de valores amplía el horizonte educativo y motivacional del/la niño/a.

La educación en la pluralidad de los valores impo­sibilita en buena parte esa tendencia a la exclusividad pose­siva. Si aprende que hay muchos valores y que de to­dos ellos puede tener una parte mayor o menor--cosa que es compatible con que los/as demás también tengan otras por­ciones--, entonces no planteará un comportamiento celotípico precisamente cuando se siente amenazado/a en la exclu­sividad de aquello que posee.

4.- Para reducir el egoísmo que caracteriza al comportamiento celoso puede ser muy conveniente educar al/la niño/a en otros principios antropológicos fundamentales como algunos de los siguientes:

a) Que cualquier persona vale más que todas las cosas, posesiones y pertenencias.
b) Que es más sano preocuparse por los/as demás que únicamente preocuparse por sí mismo/a.
c) Que ante la admiración de un valor realizado en un compañero/a, lo que no hay que hacer es desearlo para sí sin ningún esfuerzo, sino más bien tratar de conquistarlo a través de un sano deseo de superación de uno mismo/a.
d) Que la prosperidad de los que nos rodean nunca hemos de tomarla como algo que forzosamente nos perjudica o nos causa un grave perjuicio.

5. La educación en la afectividad del/la niño/a celoso/a puede sintetizarse en lo que sigue: tratar de hacer de él/ella una persona que sepa querer y que no sea dependiente de los/as demás, por el afecto que de ellos recibe. En principio, du­rante las primeras etapas del desarrollo son dependientes del afecto que de sus padres reciben. Pero si esa dependen­cia afectiva se prolongase a lo largo de su vida, su personali­dad entera sería dependiente, constituyéndose y configurándose de una forma neurótica. Por consiguiente, al/la niño/a hay que educarle para que sepa querer, que es algo muy di­ferente de depender afectivamente de los/as demás. Un/a niño/a madura y aprende a querer:

a) Si es capaz de establecer un vínculo afectivo y au­téntico con alguien y no condiciona su querer únicamente al hecho de que le quieran.
b) Si es capaz de autoestimarse y respetarse a sí mismo/a, independientemente de que reciba o no afecto continuo de otras personas.
c) Si no confunde las discrepancias, desacuerdos y di­versas maneras de ser, con manifestaciones de re­chazo, animadversión y descalificación personal.
d) Si tolera las frustraciones que la convivencia humana comportan, sin que por ello se rompa o destruya la amistad y el afecto que tiene a las otras personas.                                            
                (Extractado de A. Polaino)




  ORIENTACIONES ANTE SITUACIONES DE CELOS INFANTILES

 



LOS CELOS EN LOS/AS NIÑOS/AS

Los celos son sentimientos de envidia y resentimiento hacia otra persona que se supone obligada a prestarnos atención y no lo hace. En la familia, la rivalidad entre los/as hermanos/as por conseguir el afecto y la atención de los padres suele ser el principal y primer motivo de celos. Los celos son un estadio relativamente normal que hay que superar, hemos de prestarle atención cuando alteren la convivencia y el desarrollo normal del/la niño/a o sean persistentes y no remitan pasados los cinco años de edad.

CAUSAS DE LOS CELOS

Existen distintas situaciones que pueden provocar en el/la niño/a el temor a perder el afecto de los padres o el sentimiento de haberlo ya perdido. Cabe destacar:

- El nacimiento de un/a hermano/a: el recién nacido requiere una serie de cuidados y atención que hace perder al hermano/a mayor parte de la que se le dedicaba a él/ella; la conducta de la madre hacia los/as hijos/as cambia durante y después del embarazo, puede aparecer impaciente o fácil de enfadarse, estos cambios están asociados a la gestación y el/la niño/a hace responsable de ellos al bebé.

- Los favoritismos y preferencias de los padres: a veces abierta y otras solapadamente los padres manifiestan preferencias por uno/a de los/as hijos/as, lo que crea celos en los/as otros/as. Puede existir una situación especial que se crea entre dos hermanos/as cuando alguno/a de ellos/as presenta algún tipo de deficiencia, sobre todo física, con lo que acapara la atención y protección de los padres.

-La excesiva dependencia o necesidad de uno de los padres por parte del/la niño/a: normalmente de la madre, lo que desencadena celos hacia el otro progenitor por considerarle rival.

-El sentimiento de inseguridad y de inadaptación: el/la niño/a o la persona insegura frecuentemente envidia a los/as demás; estos sentimientos suelen ser el resultado de situaciones de ridículo en la infancia, de sentirse rechazado/a o bien criticado/a de forma severa. El alentar la competencia entre los/as hermanos/as favorece la presencia de los celos.

No le es fácil al/la niño/a compartir a su madre ni con el padre ni con el/la hermano/a, pero con éste/a último/a le es más difícil porque es más parecido/a a él/ella.


EL PRIMOGÉNITO ANTE EL NACIMIENTO DE UN HERMANO

Las reacciones del/la primogénito/a ante el nacimiento de un/a nuevo/a hermano/a no depende tanto del sexo (aunque los/as niños/as se retraen más que las niñas) como de la edad en que se produce.

1.-Cuando hay mucha diferencia de edad, el/la mayor puede mimar excesivamente al/la niño/a y volverlo/a dependiente y malcriado/a. Evitemos cargar al/la niño/a con la responsabilidad del/la hermano/a menor.

2.-Cuando hay poca diferencia de edad, el/la mayor tiene entre 18 meses y 4 años, es cuando más se agudiza la sensibilidad ante el nacimiento de un/a nuevo/a hermano/a.

Las reacciones más frecuentes son cambios en el comportamiento y conductas infantiles:

Cambios en el comportamiento

-Incremento de la desobediencia
-Más llorones/as y tercos/as
-Irritables y nerviosos/as
-Agresividad creciente dirigida al principio contra la madre y posteriormente contra el/la hermano/a
-Retraimiento que desemboca en relación hostil con el/la hermano/a
-Afectuosidad excesiva hacia el bebé.

Conductas infantiles

-Se chupa el dedo
-Vuelve a hacerse pipi o caca encima
-Utiliza de nuevo el "lenguaje bebé"
-vuelven las rabietas
-Cambios en el sueño
-Se incrementa las conductas rituales

3.- ¿A qué niños/as les afecta más?

Va a depender además de la edad (en niños/as menores de 5 años se da más frecuentemente) de:

Relación con los padres antes del nacimiento del bebé:
Se ha comprobado que en las familias que el/la niño/a tiene una relación estrecha con el padre antes del nacimiento la escalada del conflicto con la madre tras el nacimiento del bebé es mucho menos marcada.

Estado de la madre tras el nacimiento del bebé:
Cuando la madre se encuentra cansada o deprimida tras el nacimiento del bebé, le lleva a cambiar su comportamiento y hábitos incluidos los que tenía con el/la niño/a, ante el cambio los/as primogénitos/as suelen reaccionar retrayéndose.

No podemos evitar los celos, sólo ayudar a que sean menos dolorosos y a no fomentarlos

LOS CELOS DEL MENOR HACIA LOS MAYORES

No solamente el/la primogénito/a siente celos, también los/as pequeños/as envidian a los/as mayores. El caso del/la niño/a de "en medio"" en una familia de tres hijos/as es el más difícil ya que puede sentir que no cuenta ni con las ventajas del/la mayor ni con las del pequeño o pequeña.

Reacciones

El/la mayor le sirve al/la niño/a de modelo. Se identifica con él/ella. Quiere hacer las mismas cosas e imitándolo/a va aprendiendo por sí solo/a y desarrollándose rápidamente.
Esto que puede ser beneficioso se convierte en perjudicial cuando la identificación y admiración es muy grande de forma que bloquea la personalidad del menor o la menor. Se puede colocar al/la mayor como un "tope" imposible de rebasar y entonces el/la pequeño/a:

-Se aferra a la madre y no quiere crecer: se chupa el dedo, se hace pipí, mantiene un lenguaje infantil...

-Se vuelve un rival agresivo/a y envidioso/a: esto es lo más frecuente, muchas veces se intenta toda la vida superar a los/as otros/as; esta agresividad envidiosa se manifiesta principalmente en TERQUEDAD como oposición sistemática.



COMO AYUDAR A LOS/AS HIJOS/AS ANTE EL NACIMIENTO DE UN/A NUEVO/A HERMANO/A



1.-Preparar al/la niño/a para la llegada de un/a hermano/a
La preparación ayuda al/la niño/a aunque no por ello se evitan los celos. Aunque el/la niño/a lo comprenda todo racionalmente se puede sentir abrumado/a emocionalmente.
Lo fundamental para la preparación es que el/la niño/a comprende que se le va a seguir queriendo. No adelantaremos acontecimientos diciéndole que jugará con su hermanito/a ya que aún tendrán que pasar muchos meses para que esto ocurra.
Durante el embarazo, sobre todo si los/as niños/as tienen entre 4 y 6 años, harán muchas preguntas sobre temas sexuales y de reproducción es un buen  momento para comenzar una buena educación sexual

2.-Intentar cambiar lo menos posible la rutina del/la niño/a tras el nacimiento del/la hermano/a
En distintos estudios se ha comprobado que disminuye considerablemente el volumen de atención que recibe el/la primogénito/a al tiempo que cambia su rutina tras el nacimiento. Esto afecta mucho al/la niño/a, por lo tanto  procurar controlar su tiempo especial, los ritos para acostarse, seguir diciéndole lo mismo sobre lo que está permitido y lo que no...

3.-Mantened al/la niño/a aislado/a de la madre el menor tiempo posible
Mientras que la madre da a luz muchas veces se envía al/la niño/a con otros familiares .Lo mejor es que se ocupe el padre y si no puede que esté alejado/a de la madre el menor tiempo posible. Incluso es conveniente que visite a su madre en la clínica, buscando un momento tranquilo/a en el que esté sólo la familia.

4.-Hablar de "igual a igual" con el/la primogénito/a
La rivalidad suele disminuir cuando la madre habla con el/la primogénito/a de igual a igual respecto al bebé. Comentar lo que el bebé puede sentir o necesitar llamar la atención del/la niño/a ante el interés del bebé por él/ella, hacia lo que le gusta y lo que no...

Algunos Ejemplos: "A ella le gusta mirarte","¿Se habrá enfadado por despertarle? "no sonreirá si le gritas porque le asusta un poco" "Escucha a la pequeña Adela, quiere su biberón" podemos preguntar al/la niño/a lo que cree que quiere o siente el bebé.

5.-No hacer comparaciones

6.-Prestar atención al/la mayor y hacer que lo hagan los demás

Dedicad al día un tiempo exclusivo para el/la niño/a, de 10 a15 minutos. El/la niño/a puede esperar este tiempo y confiar en él/ella.

7.-Nunca alejad al/la mayor por el nacimiento de un/a hermano/a
Muchas veces para tener más tiempo para atender al/la pequeño/a enviamos al/la hermano/a a una guardería o lo confiamos durante un tiempo a otras personas, hemos de evitar esto ya que la amenaza de abandono se concreta y da lugar a perturbaciones en su comportamiento o a sentimientos dolorosos.

8.-No "pasarle" todo al/la pequeño/a
Muchas veces el/la pequeño/a se aprovecha. Puede molestar al/la mayor destruyendo sus realizaciones y éste reaccionar con violencia. No reprender muy fuertemente al/la mayor, no consolar mimosamente al/la pequeño/a, reñir al/la pequeño/a suavemente para que sea más cuidadoso/a y ayudar al/la mayor a rehacer su construcción.

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